jueves, 22 de julio de 2010

Cientos de peregrinos pasan las noches al raso en Portomarín

Parques, polideportivos y hasta el palacio de la música sirven estos días de alojamiento

Dormir a la luz de la Luna y con las estrellas como testigo de un sueño que acaba en Santiago puede parecer idílico para todos aquellos cosmopolitas que disfrutan del verano en el campo. Sin embargo, para los cientos de peregrinos que esta semana suman etapas para llegar a la capital compostelana en el día grande de Galicia, el frío de las noches lucenses resulta un tanto incómodo. En Portomarín, la masificación que se está produciendo en estos días hace que los caminantes se las ingenien para no coger un resfriado nocturno.

En la noche del pasado martes eran muchos los peregrinos que hacían tiempo formando corrillos a la espera de que empezase a oscurecer. Nada más llegar a Portomarín la mayoría acudieron al albergue para saber si quedaban plazas libres. Pero a las dos ya estaba todo lleno. La primera solución que se tomó con los que llegaban fue alojarlos en el polideportivo municipal, pero rápidamente las colchonetas que facilitaba el Ayuntamiento se convirtieron en un segundo parqué de las pistas de fútbol. A las siete, ya no cabía más gente en este provisional albergue. Entre las dos instalaciones eran cerca de mil personas las que tenían cama, pero aún quedaban peregrinos por alojar.

Javier Movellán, un tolosano que empezó el camino con su mujer y su hijo desde Sarria, ni siquiera intentó acercarse al albergue. «Hace seis años hice el camino en bici, y ya me esperaba esto. Además, siendo año santo, estaba claro que esto iba a ocurrir», razonó. Por ese motivo, al igual que un grupo de 36 peregrinos del camino catecumenal, decidió comprar una tienda de campaña e irse a dormir al campo de la fiesta de Portomarín junto con su familia. Sin embargo, entre los que pernoctaron en esta zona, situada a los pies del casco histórico, cerca de 30 tenían su saco de dormir como único techo.

Juan Fernández y Birgit, un sevillano y una alemana que se conocieron el martes, colocaban sus sacos en el palco de la música a primeras horas de la noche. «Hoy parece que va a hacer frío, mejor será que nos pongamos todos cerca para no resfriarnos», señalaba Juan. En su caso, hace el camino desde Pamplona y dijo estar preparado para este tipo de situaciones. Birgit, mientras, añoraba la cama del albergue. «Es un fastidio tener que dormir aquí, pero mientras no llueva y los ayuntamientos nos habiliten estos espacios, no me puedo quejar», decía dejando entrever una irónica sonrisa.

Un espectáculo continuo

Entre tanto unos peregrinos acomodaban sus sacos en el albergue, en el polideportivo municipal, en el campo de la fiesta y en las pistas del colegio de Portomarín, otros, un grupo de 120 chicos de Sevilla, amenizaron la tarde con el sonido de sus guitarras. Los vecinos, acostumbrados a salir a los bancos de la plaza del Ayuntamiento cada tarde para charlar, tenían el martes una nueva atracción. «Isto é o que lle dá vida ao pobo. Veñen aquí, pásano ben, deixan cartos e, por riba, téñennos entretidos», indicaba alegre Constantino Rodríguez, un residente de Portomarín. Las tardes, dijo, son una auténtica diversión desde que comenzó el Año Santo. «Uns días son guitarras, outros gaitas, isto é casi máis importante que as festas locales».

A las doce y media de la noche, un grupo de 20 caminantes estaban charlando, todavía, en la escalinata de la iglesia de Portomarín. Los vecinos de la localidad aseguran sentirse muy a gusto con los peregrinos. «Veñen, fan festa pola tarde, pero logo, ás once da noite non se oe unha voz. Aínda que quede algún pola rúa, intentan non facer ruído», constató Rodríguez.

Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2010/07/22/0003_8624802.htm

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