El albergue Arroyo de San Bol (Burgos) reabrió sus puertas en marzo tras una reforma que lo ha dotado de servicios básicos sin perder su encanto
Tras recorrer casi seis kilómetros desde Hornillos del Camino (Burgos), la ruta jacobea se adentra en el valle de San Bol, un lugar rodeado de un halo de misterio desde que en el año 1503 todos sus habitantes abandonaran de repente sus casas sin que se conozca la causa a ciencia cierta, aunque se cree que pudo deberse a una epidemia.
También dejaron el valle los monjes del Convento de San Baudilio, que dependía del cercano y poderoso Convento de San Antón de Castrojeriz. Un peregrino decidió hace varios años construir un modesto refugio sobre las ruinas del antiguo cenobio, situado a unos 200 metros a la izquierda del Camino, en pleno campo y a varios kilómetros de cualquier núcleo urbano, donde los romeros podían dormir a cubierto aunque carecía de servicios básicos.
Después de pasar por varias manos, el Ayuntamiento de Iglesias, propietario del lugar, decidió el año pasado cederle su explotación al promotor de un albergue recientemente inaugurado en Hontanas, Félix Rodrigo, quien se ha encargado de restaurar, ampliar y acondicionar el edificio. Todo ello sin perder su encanto, conservando su peculiar cúpula de piedra y el agradable porche donde disfrutar de la tarde escuchando sólo los sonidos de la naturaleza.
La sonrisa de la eslovaca Victoria Hvthova recibía a comienzos del mes de julio a los caminantes que decidían dormir en el albergue Arroyo de San Bol, que aún eran escasos porque la mayoría de las guías del Camino todavía indican que el alojamiento carece de luz, agua y cuarto de baño. “Las obras acabaron en marzo y ahora está todo nuevo”, señalaba la hospitalera, resignada a que muchos caminantes pasaran de largo. “La gente que nos tiene que encontrar nos encuentra”, apostillaba.
Eso sí, reconocía que otros peregrinos echaban de menos el ambiente tan especial que había antes. “Me han contado que aquí hubo de todo, era un sitio muy libre, pero a la gente de Iglesias no le gustaba mucho y se quejaban de que eran hippies y hacían fiestas”, comentaba la hospitalera, quien explicaba que el albergue tiene en la actualidad con doce plazas, dormir cuesta cinco euros y el hospitalero se encarga de preparar las cenas, por las que se pide un donativo.
Con 32 años recién cumplidos, Victoria tenía previsto ejercer durante tres semanas como hospitalera voluntaria en San Bol, aunque dejaba abierta la puerta a continuar. “Me apetecía ver el Camino desde otra parte tras haber sido peregrina”, señalaba la joven, quien comentaba que vivió hace siete años en España y que el año pasado vio un documental en la televisión eslovaca sobre el Camino de Santiago que le llamó mucho la atención. “Cogí a mi madre y nos vinimos las dos a hacerlo en octubre”, recordaba.
La experiencia le gustó tanto que, aprovechando que se encontraba en el paro tras estar trabajando en Praga (República Checa) haciendo películas y publicidad, decidió hace unas semanas volver a la ruta jacobea, aunque desde una perspectiva diferente, la de los que ayudan a los romeros. “Para mí éste es un Camino mágico, lleno de milagros, encuentras personas y cosas, y tienes tiempo para pensar”, aseguraba.
Victoria defendía que es “muy valioso” cuando eres peregrino “llegar a un albergue cansado y que te atiendan bien”. “Te sientes mejor y te da más fuerza para continuar al día siguiente”, afirmaba, explicando que le gustaría ser como “un hospitalero muy amable” que conoció en el año pasado. Por el momento, este año ya ha ejercido como hospitalera en los albergues de Grañón (La Rioja), El Acebo (León) y en el mágico Arroyo de San Bol, además de recorrer de nuevo algún tramo de la ruta jacobea.
Fuente: http://www.icaljacobeo.es/Mostrar.cfm/Reportajes/I/oasis/medio/misterioso/valle/205008
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sábado, 31 de julio de 2010
Un oasis en medio de un misterioso valle
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